El valor agronómico de las micorrizas es enorme. El término micorriza (también se utiliza mycorriza) procede del griego mykos, que significa hongo, y del latín rhiza, que significa raíz, es decir, se trata de una asociación simbiótica entre el micelio de un hongo y las raíces.
Existen dos grandes tipos:
• Ectomicorrizas, donde las hifas del micelio del hongo no penetran en las células sino que envuelven a las raíces y se introducen entre las células de las mismas (Red de Hartig). Principalmente son los Basidiomecetos, tales como Thelephora, Tricholoma, Sleroderma, etc. Los Basidiomicetos están asociados a la disminución de enfermades tales como “Brown ring patch”; “Gray snow mold”; “Southern blight”; “Large patch, Brown patch”. Estos microorganismos son muy abundantes en el humus.
• Endomicorrizas, el micelio fúngico penetra en las células del córtex de la raíz, además se alojan en el interior de sus células, y en parte son digeridas por la planta hospedante, que se beneficia de sus albuminoides y nitrógeno orgánico: intervienen hongos Zigomicetos del roden Glomales, tal como Endogone.
Entre los efectos beneficiosos de las micorrizas está la capacidad de absorber azúcares de la raíz e introducir minerales (P, N, K, Ca, Zn, Cu, etc.) en su sistema vascular.
Son decisivas en la absorción del fósforo mineral, absorción de agua (Ruiz-Lozano et al, 1995), e influyen positivamente en el estrés salino.
La barrera física creada por el manto de hifas ofrece protección contra patógenos (por el mero hecho de ocuparles el espacio), mayor resistencia a toxinas y a ambientes hostiles.
En conclusión, los hongos micorrizantes son de gran valor agronómico por la elevación de la biomasa radicular y la disminución de enfermedades gracias a la secreción de antibióticos.